Pero el auditor era sordo. Ligero defecto para un auditor. El letrado Florian no por eso DEJABA DE JUZGAR sin apelación y con gran SENSATEZ. Cierto es que basta con que un juez TENGA ASPECTO DE ESCUCHAR; y el venerable auditor llenaba aún mejor esa condición, la única esencial para una BUENA JUSTICIA, ya que SU ATENCIÓN NO PODÍA SER DISTRAÍDA POR NINGÚN RUIDO.
Victor Hugo
Victor Hugo
Novela: Nuestra Señora de París.