Hemos iniciado un año,
este dos mil y quince en el que, al parecer, van a celebrarse multitud
de consultas electorales.
A los que no votamos, no
nunca, sino desde hace algunas convocatorias, tales eventos, en
cuanto al ejercicio del derecho al voto, no nos van a suponer
alteración alguna.
Personalmente he dejado
de votar por cuanto la clase de políticos que tenemos aflora de modo
putrefacto. Y, por lo demás, el voto apenas influye, pues el
político, los políticos, hacen realmente lo que les viene en gana.
Desde que he dejado de
ejercer el derecho al voto he venido manifestando, que solo votaría
a aquel partido que me invitase a una buena, muy buena comilona
previa. No obstante haberlo propuesto, hasta la fecha no he recibido
invitación alguna.
Ante tanta convocatoria
que se avecina sería bueno, no estaría de más, cambiar la
publicidad electoral. Los programas electorales que con tanto bombo
publicitan todos los partidos políticos, sustituirlos por unos meros
principios (al final, como hemos indicado hacen y deshacen según les
conviene por razones no de estado, sino, de “su estado”).
Y, todo el dinero que se
aplicaría a la campaña electoral destinarlo a grandes banquetes
degustación –sobre todo comida- que en estos momentos de crisis,
la gran masa electoral agradecería en sumo.
Y, como colofón final,
la votación sustituirla por un gran banquete de excelencia en que
cada partido pusiese lo mejor de lo suyo, al que se convocaría a los
electores, quienes asistiendo a los distintos banquetes darían su
voto al partido promotor.
Al menos tendríamos
pocas, alguna satisfacción.
Y, los debates y votación
de investidura para la elección de Presidente del Gobierno
sustituirlos por un BIG BROTHER integrado por los tres primeros
candidatos de cada lista electoral votada al menos por un 15% de los
votantes-participantes Amén.