Creía que era una especie de moda actual el que los peatones (algunos/as), cuando actúan como tales, tienen (se creen) con derecho a parar la circulación. No resulta infrecuente ver como algunos/as peatones/as de cualquier edad, sexo y/o condición, se "arrojan" sin mirar a las calzadas. Hoy leyendo un artículo del inigualable Don Julio Camba Andreu, he llegado a comprender esta actitud. Se encuentra en la i(n)diosincrasia del español/a. Transcribo: "Desgraciadamente, en España, las relaciones entre el peatón y el automovilista no suelen plantearse nunca como un problema técnico, sino más bien, y casi siempre, como una cuestión personal. Una simple carrerilla hacia un lado le bastaría muchas veces al peatón español para evitar un atropello; pero esa carrerilla es incompatible con la dignidad de su persona y la majestad de su porte. Inútil que el automovilista le dé bocinazos."
A mayor abundamiento. He conocido y conozco a una señora ya mayor, que con una amiga se disponía a cruzar la calle en un paso de peatones, ante la proximidad de un vehículo que llegaba, la amiga se quedó en la acera no obstante el requerimiento de la otra a cruzar, diciéndole: ¡vámos! ¡que ten que parar!. Resultó atropellada y la consecuencia de tal atropello, inválida de por vida.